La arquitectura es un atributo de algunas construcciones, cuya lógica técnica adquiere una presencia nueva por la acción de criterios de un orden coherente y consistente. La acción de esos criterios las convierte edificios. Puede decirse que la arquitectura es lo que quedaría de un edificio si se pudiese suprimir todo lo este que tiene de material: la arquitectura es, en efecto, un atributo inmaterial, pero que -por definición- solo se reconoce a través de los sentidos. Para reconocer la arquitectura el sujeto de la experiencia ha tenido que adquirir y cultivar el sentido de la forma, es decir, debe ser capaz de reconocer relaciones donde la mayoría de personas solo percibiría imágenes.

Ante la abundante oferta de sistemas activos de climatización, el planteamiento propuesto conlleva una racionalización de usos tecnológicos al servicio del usuario, concretado en varias líneas de trabajo:
• Profundización en la normalización de sistemas pasivos y sus características termodinámicas.
• La incorporación de sistemas de control y programación, con un uso más eficiente del tiempo,
de los recursos y del mantenimiento programado.
• La integración de elementos de producción de energía renovables autónomos que garanticen
una edificación de consumo casi nulo.

Este cambio de paradigma implica la integración de una visión “termodinámica” desde la concepción espacial-formal, donde las condiciones climáticas no resulten condiciones añadidas, posteriores, sino material del propio proyecto arquitectónico desde su inicio.

Todas estas cuestiones afectan a la forma del edificio. Hasta ahora la forma no influía en el intercambio y gestión de la energía por haberse dejado en manos de los sistemas activos y por tanto del consumo de energía. Pero todo esto choca contra la sostenibilidad y racionalidad de los consumos que demanda hoy día la sociedad y el planeta.
La forma de todo edificio siempre ha buscado integrar toda la complejidad del mismo. Hoy día se debe colaborar en el intercambio de energía interior-exterior a través de formas bien diseñadas que aminoren los consumos energéticos. Los edificios del siglo XXI deberían ser capaces de albergar espacios para poder integrar la gran cantidad de instalaciones que precisan, aportando de este modo un valor añadido a los mismos y no llenándolos de artefactos sobrevenidos.

"Desde la perspectiva de la cultura arquitectónica contemporánea…, frente a la aparente dispersión de posturas, referencias y casos prácticos, parece crucial entender que sólo si hay una discusión estética, si hay una idea de belleza tras la idea de sostenibilidad, ésta habrá llegado hasta aquí para quedarse. Es necesario cruzar los lenguajes técnicos y los culturales a la búsqueda de unos acuerdos mínimos, identificar un sistema consensuado de trabajar sobre el paradigma termodinámico que lo haga fructífero en el plano técnico, en el crítico y en el estético."
Iñaki Ábalos, 2009

“Nuestra intención es poner en duda esta relación entre la forma y la función a partir de la relación contingente entre la arquitectura y el clima. Se trata de llegar a una arquitectura libre de predeterminaciones formales y funcionales, desprogramada, abierta a los cambios meteorológicos y estacionales, a las alternancias del día y la noche, al paso del tiempo , a la aparición de funciones ignoradas o formas inesperadas, Trabajamos en una inversión de funciones ignoradas y formas inesperadas Trabajamos en una inversión de los métodos de proyecto tradicionales con el fin de permitir una nueva organización del espacio, en la que la función y la forma podrían surgir de manera espontánea a partir del clima.”
Philippe Rahm, 2006
 
  • Profesor: Gavilanes Velaz de Medrano Juan
  • Profesor: Rosa Jiménez Carlos Jesús
  • Profesor: Torre Fragoso Ciro Sebastián de La